16 de mayo de 2011

FOTOGRAMAS DESDE EL MURO (Por Fernando Alfonso Velasco)

En una entrada anterior contamos que contábamos con un nuevo socio, FERNANDO ALFONSO VELASCO, el cual tomó la salida del XXXIV Maratón Popular de Madrid, el cual, desgraciadamente no pudo finalizar. Pero Fernando, ha publicado en La Gaceta del Arañuelo este artículo, que nos ha cedido para que lo podáis leer todos.
No pudo más. Aquel brebaje azul le liquidó. Imágenes nítidas. Flashback mientras arrastraba su retorcida figura. El pasado. Sobrepeso. Aquel bañador aseao, ese día, ante el espejo de cuerpo entero de su baño recién reformado, dejaba escapar por la cintura los productos cárnicos generados durante las interminables excursiones nocturnas a la despensa en busca del bote de Nocilla -que tomaba a cucharadas-, apretones de Digestive con miel que tomaba de cinco en cinco, chupetones largos de leche condensada que absorbía, como si le fuera la vida en ello, por la pequeña ranura que había habilitado para tan dulce fin, viajes diarios a bordo de una tostada de pan integral que decoraba de manera generosa con mantequilla y exquisita mermelada de frambuesa – su favorita –…Eso, daños colaterales que le producían un continuo sentimiento de culpabilidad, acrecentado cuando, de manera estricta, vigilaba que sus retoños no se excedieran en la ingestión de dulcería variada. Aquel short de color mostaza tan pijín que el pasado año ella le había regalado por su cumpleaños – talla 32 – fue el detonante de su decisión. No le dejaba respirar. Una calurosa tarde de julio tomó la decisión. Dar ejemplo, eso es lo que necesitas, se dijo. Y cuidar de tu salud. Por ti. Por los tuyos.

Comenzó a corretear por los alrededores de su casa. Pidió consejo a los entendidos. Tomó buena nota de lo que tenía pero, sobre todo, de lo que no tenía que hacer. Subir, bajar, llanear, sudar, jadear, parar, recuperar el aliento, bajadas de glucosa,  Aquarius de limón, zapatillas de running con plantillas ortopédicas, cronómetro, y la primera prueba con dorsal. Diciembre, mucho frío, parecía el Yeti, se decía viéndose con la perspectiva de tres años…Esa maldita bufanda que no le dejaba oxigenar el cuerpo. Carrera Popular de Aranjuez, 10 kms, prueba superada. Navidad, turrones, mazapanes, golosería, retroceso, vuelta a mirar la báscula de reojo, ¡qué pereza volver a empezar! Entrenamiento espaciado. Poca convicción. Invitación. Novatada. Media maratón de Mérida. Patinazo. La marca, su perdición. Lección aprendida. Las matemáticas no se pueden aplicar cuando un cuerpo no está acostumbrado a largas distancias que requieren entrenamiento, dosificación, resistencia, pero, ante todo, fuerza mental. Las redondeces aún aparecían bajo su camiseta sin mangas amarillo fosforito. Cambio de zapatillas. Primera Media local. La ilusión no es suficiente. La sombra le mata. Agonía. Dolor intenso, gritos, camilla, Dr. Becerra, masajista morena, la familia. Punto de inflexión. La dieta se equilibra. Las excursiones después de la media noche se van ciñendo a yogur natural con azúcar moreno. Media de Madrid. Sí. No hay dolores, ni extenuación, ni angustia, sólo satisfacción extrema por lograr el objetivo. Su cuerpo le responde, él lo va conociendo. Más ligero, más veloz, más experto, consciente de sus limitaciones. CPS. Correr Por Salud. La nevada sierra de Gredos, las vacas negras de largos cuernos, las charcas, los encuentros con corredores más veteranos, y su primera visita a la encina La Marquesa. Subidón. Ella supuso lo máximo, lo más lejos que sus Nike Pegasus jamás le habían llevado. Decathlon. Complementos para la carrera. Cinturón con dos bombonas de agua y rejilla para el móvil, calcetines, cortaviento y térmico naranja chillón, braga negra, malla larga. Gafas livianas, orejeras, más distancia, más tiempo, más moral, mejores sensaciones. Deportes Félix. Consejos. Los veteranos siempre le apoyan y no paran de darle claves para la mejora. Le toman la lección los lunes por la mañana. Marathon man es el que le sigue más de cerca, a veces se sienta, barra de pan en mano, para comprobar que el plan de ataque sigue las pautas marcadas. Él tiene la sensación de que poco a poco va formando parte – sin estar de manera oficial - de un colectivo no demasiado numeroso pero muy unido. Los corricolaris. Todos han pasado, hace tiempo, por las fases que él está experimentando. Se acerca la Navidad y duda, teme, rememora, sudor frío, cuesta de Millanes, ambulancia, Ángel de la Cruz Roja, Susi el salvador, meta, tenso, ni un paso más, en volandas hasta tumbarle entre alaridos y relajante muscular. Miguel Ángel el Alemán al lado. Le acechan los fantasmas. De nuevo Valdehúncar. Sí. Salida con recelos. Auxiliar de vuelo. Comandante, a sus órdenes. Un sueño. Su heredero en su retina. Rotonda de Cetarsa. El despegue, con su permiso. Entrada en meta con el gran prematuro al lado. Éxtasis. Ocho kilos menos. Veintiún  kilómetros más. Apenas dos horas. El reto está más cerca. Ahora sí.

17 de Abril 2011, maratón de Madrid con pasión, Domingo de Ramos, 6:00 a.m. despertador, día D. D de decisión en firme, tomada el 26 de enero. Inscripción por internet. Se ha preparado a fondo. No fear, sin miedo, 553 kilómetros rodados. Superada la  prueba del 30 dos semanas antes. Nieblas, guantes granates, heladas, frío y lluvia, barro, subidas y bajadas, Puente Romano, Salamanca, playa de Chiclana, bastión de Sancti Petri, el muro de la vergüenza, cambio de zapatillas y plantillas, ataque de perros con malas pulgas, ensaladas, sacrificios, sin tartas en cumpleaños, sin chocolate con churros, sin torrijas en Semana Santa, fruta por las tardes, Puerta de Brandemburgo, El Acueducto de Segovia, dieta disociada, pasta per tutti, pollo, pavo, muesli con yogur, caña sin pincho en el Feni,  Javi Ironman Pintado, espejos en donde mirarse, hombres a los que escuchar, el crujir del carámbano, empapado, satisfecho, compacto, confiado, no fear, sin miedo.

Mientras repasa el itinerario en el piso de Aurora, se repite una y otra vez las indicaciones de última hora. Bebe en cada avituallamiento, aunque no tengas sed. Víctor Luengo. Ve tranquilo, es muy exigente. No tengas prisa por pasar a ese culo que llevas delante, tú preocúpate del tuyo, cada uno corre como puede. Antonio Serradilla. Tómate el Potenciator antes del 10, del 20 y del 30, mezclado con agua, si no te queda un sabor empalagoso que molesta, cualquier pequeño detalle te afecta, no hagas experimentos, hidrátate, no te emociones en las bajadas. Miguel Ángel Gamonal.

8:43 a.m. Paseo de la Castellana. Italianos con la cara pintada de los colores de su bandera, fornidas americanas, alemanes espigaos, Navalmaratón, andaluces cerraos, ¡quillo!, árboles llenos de meones, fotos para el recuerdo. Se despoja del chándal que le preserva del fresquillo reinante. Camionetas del ejército, guardarropa. Se ajusta el dorsal con extrema delicadeza. 9060, dígitos de top model. Agolpamiento para dejar las pertenencias, agorafobia, le falta el aire, huye del tumulto, quiere abstraerse, trota entre una multitud expectante, deseoso de iniciar la subida por la avenida de todas las avenidas. Sueña despierto con invadir el asfalto madrileño, ser dueño durante unas horas de la ciudad que le vio nacer. Suena su móvil. A sus órdenes, comandante Lombardía. Última hora: nos vemos en carrera. Se cruza con la mujer y la hija del ídolo. 8:56. Ella le desea suerte vía Nokia. Te veo en el 25, si Dios quiere. Bripac. Club Maratón de Badajoz. Se coloca al final del pelotón. Por fin. 9:07 a.m. Está corriendo. A su lado, corredores con el trotar cadencioso. No pases de 6’30’’ el kilómetro. Público animando desde los pasos elevados. No es para tanto la subida de la Castellana. Real Madrid 1 Barsa 1, anoche aquí hubo candela. En el Bernabéu se inicia  el brujuleo asfáltico. Nadie conocido, muchos hablan, incluso bromean, él vigila su reloj, bebe agua a sorbitos, la escupe, se alivia la nariz. Buenas sensaciones, tranquilo. El del calzón negro y melena al viento le marca el paso. No hay sombras de las que despegarse, la suya es la que más le importa y a la única que sigue. No hace calor. Un par de veteranos están ligando con dos novatas. Si queréis vamos juntos. Se aleja. No quiere oír conversaciones que le distraigan de su rutina. Se toma el gel de potasio y glucosa cuando atisba a lo lejos el indicador del 10. Le sienta bien, con cortitos bochinches de agua mineral. Plaza de la República Argentina. Inevitable. Valeriano a la vista. Km 11. Erguido alcanza al veterano con  casaca navalmaratoniana. Le da la bienvenida. Yo te creía más adelante. Quita quita. Suben la enésima cuesta hasta la Glorieta de Cuatro Caminos. Una banda les regala un pasodoble torero. ¡Ole! Bajada hacia Alberto Aguilera, coches parados, respiración controlada, ningún dolor, ni molestia, sin agobios, van disfrutando, charlando, saludando a las chicas de la cacerolada y al vecino que todos los años pone a todo trapo el tema central de Carros de Fuego. Tenéis mucho mérito, qué buena cara lleváis, aplausos sinceros, niños poniendo la mano para que le choquen los cinco, patinadores con vaselina y réflex, un par de coches despistados pasan por su izquierda. Chica con cuerpo de atleta aplicándose hielo en los cuádriceps de la pierna derecha. Dolorida, parada, llorosa. Se acabó. Gran Vía, peatonal por unas horas. Dueño del mundo. Turistas inmortalizándose con el edificio de El día de la bestia como fondo. Callao, Preciados, ve el 18, griterío, gentío entusiasta, la hija del comandante dispara su cámara. Sigue al pie del maestro que no necesita marca ritmos, lo tiene implantado bajo la dermis. Él neófito se reserva, táctica conservadora, sin emociones, sin apresurarse, siguiendo al experto. Paso subterráneo bajo el Palacio Real, asco, olor a aceite pesado, a gran ciudad, antipáticos toboganes negros interminables. Vete si quieres, te veo mejor que yo. El 9060 no quiere arriesgar, sólo quiere llegar. Ferraz, tocando con la yema de los dedos la media. Antes, agua y bebida energética color verde con nombre americano, dos sorbos, agua en tragos cortos, moja su gorra azul que porta un pin moralo, de cuando Ramón fue presidente. Paso por el hinchable del 21. Van como un reloj suizo. Ni más ni menos, exactos, al tranco soñado. Chequeo corporal. Ningún síntoma alarmante, pies cómodos, piernas sueltas, articulaciones engrasadas, respiración natural, nivel de hidratación más que óptimo, y  avanzando. Comienzan a oler el Parque del Oeste. En una esquina una banda de jazz ameniza la carrera antes de la bajada más pronunciada del recorrido. Cuidado con los gemelitos, no te dejes caer, pero tampoco te frenes demasiado. Es tan fina la línea que separa lo trivial de lo peligroso que todo cuenta a medida que su cuerpo va notando el esfuerzo. Vuelta  a bajar. Agua liofilizada  bajo duchas comunes en la avenida. Se repiten dorsales una y otra vez. Adelantan, les adelantan, efecto goma. No molesta. Ermita del santo. Ve como el cura abre la procesión. Participantes vencidos, vaselina a raudales, continuo olor a réflex, corredores estirando contra árboles, abandonos, abatimiento, el portón inflado del 25 les espera, y la familia del debutante le hace señas. Coge a su retoño en volandas, lo besa, se emociona, sigue corriendo mientras les hace un gesto tranquilizador. Entrada de la Casa de Campo, pasa por el 26, comienzan a restar. Las matemáticas no sirven para nada. Voluntarios. Agua, sí, líquido azul americano, ¿por qué no? Apenas dos sorbos. Su primera vez. No hagas experimentos. Matarratas. Veneno. Inicia el calvario. Pinchazos en el estómago, dudas, retortijones, corre doblado, miedo, sí, miedo, se pregunta por qué está allí, corredor a cuatro patas en la tierra, inmóvil, sólo acierta a decir dónde le duele, filipino fibroso con caderas asimétricas emite sonidos agónicos en cada zancada, ¿dónde están los patinadores? Sol, El Lago, árboles, sombra, perros con correas, ciclistas, arena, boca seca, ya vamos recogiendo cadáveres, dolor más agudo, agarrotamiento, km 30, su cuerpo se para. Su corazón aún late. El Muro, Berlín, The wall, Pink Floyd. Volverá. Quiere saber qué hay al otro lado.  

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